El 5 de junio, como cada año, se celebra el Día Mundial del Medioambiente, una iniciativa fomentada desde la Organización de las Naciones Unidas que, en sus diferentes ediciones ha ido focalizando la atención en diferentes temas de interés mundial. Este año, se centran en la recuperación de los ecosistemas a través de iniciativas enfocadas a “reimaginar, recrear y restaurar” estos espacios. La degradación de los ecosistemas merma enormemente nuestra capacidad de supervivencia. Su desaparición está derivando en la pérdida de sumideros de carbono. Las emisiones de gases de efecto invernadero, han ido aumentando proporcionalmente a medida que se han ido corrompiendo estos espacios.
En este contexto, se hace imprescindible poner en marcha medidas que promuevan la descarbonización con el fin de alcanzar la neutralidad climática. El Pacto Verde Europeo propuso reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para el año 2030 a través de diferentes medidas como la mejora en la eficiencia energética, incrementar el uso de energías renovables y cambiar el modelo económico de consumo.
En España se comienzan a dar pasos firmes hacia un futuro donde la descarbonización se convierta en una realidad. Este proceso pretende alcanzarse a través de la aprobación de diferentes herramientas legislativas, entre otros mecanismos, que permitan el crecimiento sostenible de la economía. Entre las grandes y más importantes novedades en las últimas semanas está la aprobación de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, un texto que pretende asegurar la puesta en marcha de medidas que fomenten la neutralidad en carbono. Este cambio en el fondo y en la forma no solo depende del Gobierno, sino que necesita de diferentes actores sociales que puedan asegurar el éxito de su implantación como son la población, empresas e inversores. Como dice Ignacio de Garnica en su artículo sobre la importancia del private equity es necesario que las empresas (y los empresarios) vean en la descarbonización una oportunidad para crear valor, un aliado que sea la palanca que asegure un crecimiento de manera equilibrada con el medio ambiente.
Las firmas de private equity son importantes proveedores de liquidez que tienen en sus manos el poder de potenciar y acelerar este proceso. De hecho, en los últimos años, no son pocos los fondos de inversión que lanzan fondos de descarbonización y/o iniciativas vinculadas. A nivel global, el gigante BlackRock, si bien no dispone de una previsión a corto plazo del lanzamiento de fondos de inversión para la descarbonización, lanzó a principios de año un mensaje con una clara intención: solicitar a todas las empresas en las que participe una estrategia en la que se articulen planes de transición ecológica. A nivel Europeo, el fondo francés Tikehau Capital lanzó el fondo T2 Energy Transation que cerró con 1000 millones de euros, realizando inversiones en varias pymes europeas que se centran en la generación de energía limpia, movilidad sostenible y eficiencia energética.
En esta dirección, el Banco Central Europeo se encuentra en un proceso de apuesta por la inversión sostenible y a principios de año anunció que se emplearía parte de su cartera en el fondo lanzado por el Banco de Pagos Internacionales (BPI) con el fin de incentivar la inversión de los bancos centrales en fondos verdes. Este fondo sostenible del BPI invertirá en proyectos de energía renovable, eficiencia energética y otras iniciativas de apoyo al medio ambiente, este fondo se suma al ya lanzado en septiembre de 2019 y ambos fondos gestionarán cerca de 2000 millones de dólares en bonos verdes para bancos centrales. En este sentido el BCE, ha creado a principios de año un centro de cambio climático, que se encargará de dar forma y dirigir la agenda climática del BCE a nivel interno y externo.
Los grandes bancos del IBEX 35 han optado por implementar en los últimos años los denominados “bonos verdes” financiando una gran cantidad de proyectos que contribuyen a la sostenibilidad del planeta. En este sentido, muchos particulares y empresas han podido verse beneficiados al obtener financiación para proyectos relacionados con infraestructuras resilientes, industrialización sostenible, puesta en marcha de proyectos de energía renovable, edificios de uso comercial, residencial o público, “verdes” y así un largo etcétera.
La emisión de este tipo de bonos socialmente responsables creció casi un 30% en el último año, alcanzando la cantidad de 732.100 millones de dólares según publica BloombergNEF en su informe Power Transition Trends 2020. Del montante total, casi el 50% correspondió a bonos verdes. Se prevé que en torno al 30% del total de los fondos de reconstrucción Next Generation irá a parar a proyectos vinculados a la transición energética, siendo uno de los pilares en los que Bruselas pretende asentar la base de la recuperación de la crisis derivada de la pandemia por la Covid-19.
Adela Agrafojo López
IMS & Environmental Management